¿Por qué es tan difícil? ¿Por qué hay familias que deciden nunca hacerlo? Hace poco me contactó una mamá muy linda que me contó sobre su hijo autista, se ve que lo ama y lo acepta pero me confesó que ella vive “dentro del closet”, conozco a muchas familias que viven así. Literal viven en dos mundos, el mundo real en el cual su hijo tiene autismo, lo llevan a terapias, tienen retos todos los días y viven altas y bajas pero juntos se las ingenian para avanzar cada día. Y el mundo idealista en el que no pasa nada, en el que nadie conoce lo que están viviendo y seguramente se la pasan evitando miradas llenas de prejuicio a veces sin darse cuenta. ¿Será vergüenza de aceptar que un hijo no es como esperaban? ¿Será que sienten culpa, que se sienten malos papás y no quieren enfrentarlo? ¿O será el terror diario que enfrentamos al saber que la sociedad es cruel, discriminatoria y muy difícil de complacer? ¿Saber que no hay espacios inclusivos, escuelas adecuadas y que vivimos en una sociedad sin empatía en su gran mayoría? Es muy complicado sentirte orgulloso de algo y gritarlo a los aires si te va a representar problemas. A mi me pasó en las escuelas, pero hay familias que lo viven en sus propias casas, abuelos, abuelas, tíos, primos que juzgan, que no aceptan y que en vez de ayudar hacen el camino más complicado. Culturalmente en méxico y en la mayoría de Latinoamérica no conocemos los problemas de desarrollo, lo atribuimos a que “son chiflados” “son maleducados” “su primo también se tardó en hablar” “con un par de nalgadas se le quita” “no le pones suficiente atención”. Todo gira alrededor de encontrar a un culpable, de pensar en que alguien hizo algo mal para que esto sucediera. Por eso es tan difícil hacerlo en México, porque vivimos en la ignorancia. En países como Estados Unidos, si un niño no cumple con cierto desarrollo a los 18 meses, te mandan terapeutas a tu casa. En México no te los diagnostican hasta después de los 4 años. Para mi, “salir del closet” me ayudó a avanzar más rápido, a aceptar a mi hijo más rápido, a buscar lo que necesitaba más rápido, a entenderlo todo más rápido porque siempre tuve apoyo de mis seres queridos. Vivir dos realidades no es bueno para nadie, representa más retos de los que ya nos enfrentamos, representa mayor estrés. Pero mientras como sociedad sigamos sin hacer más por la inclusión, miles de familias seguirán viviendo así, en dos mundos.